sábado, 27 de noviembre de 2010

Las crisis del sistema capitalista son necesarias para su propia supervivencia.

Cuando un país alcanza un estado de bienestar elevado, los trabajadores no pueden ser convenientemente explotados por "el capital" y esto hace que los especuladores coloquen a éste en otros mercados, caracterizados por una mano de obra más barata (especialmente en aquellos países que no se prodigan tantos avances sociales y no existen las extrictas normas laborales, que tienen los Estados más desarrollados -dumping-) y en los que se obtienen márgenes de beneficio más acentuados.
En este sentido la crisis de financiación que atraviesan en estos momentos determinados paises de la Unión Europea (entre ellos España) viene en parte fundamentada por la colocación o desvío que la globalización y el modelo de libre circulación de capitales ha permitido  y el flujo de éstos hacia los países llamados potencias emergentes (especialmente Brasil, China, India y en menor medida, Rusia).
En una crisis global como la que vivimos este fenómeno de evasión de capitales se pudo retrasar porque el capital se regeneraba mediante la construcción de viviendas, que a su vez permitía la ocupación de mucha mano de obra barata y no cualificada, incluso absorviendo en "el sistema" sustanciales movimientos migratorios. Mientras que estas obras se iban colocando entre los propios trabajadores, emigrantes y europeos  (especialmente pensionistas de otros países que buscaban para su retiro, una residencia vacacional más habitual en España), todo parecía funcionar correctamente. El caos acontece cuando ya no existen nuevos compradores y aquéllos que se dedicaban a la construcción y otros empleos precarios, que antes habían obtenido financiación, tienen que pagar sus propias viviendas sólo con su salario, pero haciéndose cargo e incorporando en sus hipotecas las comisiones de los espabilados financieros que se las concedieron y los beneficios del capital de las empresas constructoras e inmobiliarias que se dedicaban a esta economía incomprensiblemente sobrevalorada.
 La caída del precio de la vivienda tiene una repercusión mayor de la esperada porque el capital no entiende de problemas sociales de ocupación, sino sólo de obtención inmediata de beneficios, y los propios bancos que financiaron antes estos proyectos desvían los capitales (facilitando inversiones en carteras con capitales extranjeros) hacia los países arriba mencionados.

En el mundo el capital fluye con una rapidez inusitada, pero las casas no pueden moverse de sitio y esa fluidez tampoco caracteriza en el contexto preciso la mano de obra, en los países dónde se encuentra.

Eso hace que la especulación financiera continúe desplazandose libremente por un sistema globalizado, mientras que la burbuja inmobiliaria explota y los capitalistas anónimos que se lucraron, salen indemnes de la operaciones realizadas; los ciudadanos y trabajadores hipotecados tienen que ver rescatadas sus hipotecas, quedando muchas veces en el paro y otras veces incluso en la ruina y sin vivienda. 

De esta manera el sistema consigue de nuevo una mano de obra barata y dócil dispuesta a trabajar por menos salario y el capital puede entonces regresar y el sistema capitalista vuelve a funcionar.
Desafortunadamente los Estados no se ponen de acuerdo para poner freno a la especulación financiera desproporcionada del capital, permitiendo la libre circulación del mismo y por el contrario queda de manifiesto un freno desproporcionado a los movimientos de personas (recordemos los últimos acontecimientos generados en Francia).

sábado, 13 de noviembre de 2010

Promoción profesional



Promoción profesional, empresas y eficiencia.
Entre las recomendaciones que el "Blog salmón" (revista de la web que reúne blogs de carácter económico) me ha producido un grata impresión, encontrar un artículo en el que se apunta una forma diferente de entender la eficacia organizativa y la promoción laboral o profesional. Una posibilidad innovadora que se basa en una conclusión de los años sesenta del psicólogo canadiense Laurence J. Peter: “cada nuevo miembro en una organización jerárquica asciende en la jerarquía hasta alcanzar su nivel de incompetencia máxima”.
El artículo en el que se relata el resultado de un trabajo científico, realizado por Alessandro Pluchino, Andrea Rapisarda y Cesare Garofalo de la Universidad de Catania (Italia), concluye que las mejores estrategias para incrementar (o al menos no disminuir) la eficiencia de una organización, se producen cuando se promociona al trabajador al azar o se alterna sucesivamente la promoción al azar entre los mejores y los peores miembros.
Es una concepción sorprendente e irónica, pero como han relatado y verificado empíricamente los estudiosos citados tiene más fiabilidad de lo que a simple vista parece. Por este motivo he querido aquí mencionarla y en la medida de lo posible extenderla y suscribirla.

La promoción habitualmente ejecutada en las empresas.
Generalmente en las empresas, se suele premiar a aquellos trabajadores que pasan los días realizando extensas jornadas de trabajo, con independencia de los resultados obtenidos. Se premia al empleado que pasa más tiempo en las oficinas o centros de trabajo y no al que es más eficiente realizando sus tareas, por este motivo en muchas ocasiones se promociona por méritos realmente inexistentes.
Por otra parte, es muy probable que una persona que desempeña con gran eficiencia un puesto de trabajo determinado, no lo haga de igual forma, al ocupar un puesto de otro nivel superior o inferior.
La empresa asume (con estas actitudes de rigidez organizativa) riesgos de eficiencia, al promocionar por evaluaciones de desempeño parciales y no considerar elementos potenciales que todavía no han sido descubiertos y pueden estar latentes en algunos empleados; que al no haber sido tan considerados desarrollando unas tareas no han tenido (ni tendrán) oportunidades, y que podrían ser mucho más eficientes desarrollándose en otras ocupaciones laborales o en diferentes niveles jerárquicos y profesionales.
En muchos casos los jefes y mentores no promueven a los mejores sino a aquellos que son más afines a sus ideas o que les resultan más cómodos para sus intereses personales, que no siempre coinciden con los de la empresa en la que trabajan. Mencionar aparte los que hacen del nepotismo, característica fundamental de su comportamiento en su devenir laboral y profesional. En estos casos se suelen rodear de colaboradores sumisos más que de personal competente, incluso por el temor a verse superados, sus decisiones sobre promociones suelen ser inconvenientes (más que ventajas) para la eficacia de la organización.
Colofón.
En resumidas cuentas, el estudio del señor Laurence J. Peter y el principio que del mismo se deriva está bastante fundamentado. La cuestión es que los departamentos de recursos humanos de las empresas lo consideren y los responsables permitan su aplicación. Es más que probable, que muchos puestos de directivos estén ocupados por personas que no tienen la suficiente preparación (no cualificación) para su ejercicio, aunque en su día si fueran unos grandes trabajadores o profesionales; esto conduce a graves errores en las políticas ejecutivas y en las decisiones que toman las personas responsables en muchas organizaciones.